GRAEME OBREE

Defying Time

Al principio de nuestra larga charla sobre ciclismo y otros temas como filosofía, religión, ética y de su rechazo a ser miembro de la orden del imperio británico, el dos veces rompedor del récord mundial de la hora y genio innovador, hace una pausa.

"Esto no es un consejo. Nunca daría consejos. Quiero decir, si a la gente no le gustan mis ideas, hay otros siete mil millones de personas en la tierra con las que pueden hablar. Y lo mismo vale para mí. Lo que quiero decir es que con mis valores y maneras de hacer las cosas, me ha ido personalmente bien. Si alguna de estas ideas son de interés para la gente, genial. Pero no estoy diciendo que esto funcione para todos". Podría estar hablando de sus diseños de bicicletas, en lugar de su perspectiva de la vida.

Obree está mirando por la ventana de un supermercado en Kilmarnock, escaneando el aparcamiento. Está buscando lo que lo inspiró , o lo provocó – en encontrar su camino en la vida. Está buscando una gaviota. "No te rías, pero un día miré a una gaviota y me di cuenta de que viven completamente en el momento, en el aquí y ahora. Lo que hubiera pasado en el pasado no importaba y no tenía idea de lo que podría pasar en el futuro, estaba ahí, concentrándose en lo que estaba haciendo. Nada más." Obree es un defensor de lo que se ha llegado a conocer como atención plena.

Las frases 'vivir en el momento' o "estar más presente" han ganado importancia en los últimos años, pero no fueron expresiones populares durante la juventud de Obree en los años 70. En retrospectiva, podríamos ver de dónde vino su amor por las contrarreloj, la búsqueda individual de la pista y su obsesión con el récord de la Hora Mundial, carreras que requieren que el ciclista esté inmerso en el momento. Como atleta, Obree fue capaz de profundizar en sí mismo, encontrar un lugar en un umbral de dolor que pocos de nosotros experimentaremos y mucho menos haremos frente.

"Mirando hacia atrás, no podía hacer lo que conseguí entonces con la filosofía que tengo ahora... Mi felicidad era externa a mí, fuera de mi control y ya no me permito que esto suceda".

Ese es un lugar que Obree ya no necesita visitar, pero las fuerzas que lo empujaron a sus títulos mundiales y sorprendentes records de la hora, se han disipado. Ya no siente la necesidad de que su vida y validez sean juzgados sobre la base de su actuación o como dice él "montar en bici alrededor de un tazón de madera". Veinticinco años después de ganar su título mundial como Campeón Mundial de Persecución en 1995 en Bogotá, Obree se ha desenganchado del carromato de los sentimientos que lo empujaron al oro en el Velódromo Luis Carlos Galán.

"Mirando hacia atrás, no podía hacer lo que conseguí entonces con la filosofía que tengo ahora", reflexiona Obree. "Estaba tan concentrado en ganar que mi autoestima estaba totalmente ligado a montar más rápido que los demás.” No fue un enfoque que Obree considere sostenible o incluso saludable. "Al final me di cuenta de que mi felicidad y confianza en mi mismo en realidad no dependía de mi habilidad, sino que recaía en la velocidad de mis rivales. Si él era más lento que yo, ganaba, si era más rápido que yo, perdía y me venia abajo, ¡así que mis sentimientos ni siquiera estaban en mis propias manos! Mi felicidad era externa a mí, fuera de mi control y ya no me permito que esto suceda".

Si las medallas y las opiniones de los demás ya no son sus métodos de autoevaluación, todavía hay momentos ciclistas y personas cuya estimación valora. La leyenda italiana Francesco Moser es uno de ellos. "Lo conocí en el Milán bike show y me invitó a entrenar con él al día siguiente y montamos juntos en el velódromo. No estábamos entrenando juntos porque estaba entrenando para un nuevo registro de hora y cuando terminamos, sentí un respeto hacia alguien con el que competí duramente en las pistas, e incluso nos hemos ayudado". Teniendo en cuenta que Obree de joven se inspiró en Moser, en realidad el ritmo del italiano sigue siendo un recuerdo apreciado, un reconocimiento mutuo que podría valorar, y que todavía hace.

Un año después de que Obree montara con Moser, correría a mas de 2500 metros de altitud en Bogotá contra otro italiano, Andrea Collinelli, por el título mundial de persecución. Obree logró clasificarse para enfrenarse con el italiano en la final. "Me reserve un poco en las rondas anteriores y tenía un poco más de tiempo para recuperarme que Collinelli, unos 15 minutos, y me di cuenta de que él necesitaba oxígeno después de su semifinal. Yo también estaba jadeando después de la semifinal, pero no necesitaba oxígeno y sabía que podría ganarle".

Obree pudo haber visto la máscara de oxígeno de Collinelli como un signo de debilidad, pero la final estuvo muy igualada con una diferencia de poco más de un segundo. "Para mí fue todo o nada. A gran altitud en Colombia era difícil, pero sentí que estaba listo para morir intentándolo, estaba listo para ir al limite.” El lenguaje es extremo y un poco teatral, pero incluso hoy en día no debería haber duda de que Obree estaba dispuesto a ponerse mas allá de lo que cualquiera consideraría normal, su voz todavía conlleva una convicción aterradora cuando recuerda su actitud de 1995.

Al año siguiente Obree representó a Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de Atlanta, donde el resto del mundo había adoptado su posición extendida como 'Superman'. Además, algunos habían añadido dopaje de sangre a su preparación y Obree decidió que había llegado tan lejos como estaba dispuesto a llegar. El hombre que había derrotado en Bogotá, Andrea Collinelli ganó el oro en Atlanta, pero el italiano no pudo defender su título olímpico en Sídney, fallando una prueba de drogas dando positivo en 'analgésicos y esteroides'.

"Lo que ahora entiendo es que tengo valor, un valor con el que nací, que todos los demás nacen con algo que no se puede quitar y no depende de nadie ni de nada más".

Un espíritu inconformista como el de Obree nunca iba a prosperar en el brutal mundo del ciclismo profesional, ya sea en pista o en carretera y efectivamente dejó de correr en 1997. "Regresé y gané el campeonato británico de contrarreloj de 10 millas adoptando una posición autorizada por la UCI, sólo para demostrar que podía ganar, pero esa fue mi última competición", sonríe Obree, considerado que su 'contrato' personal con el ciclismo competitivo había llegado a su fin.

Tras ello su vida se baso en escribir libros, adaptaciones cinematográficas, intentos de récord de velocidad, charlas publicas y sus bien conocidos problemas de salud mental. Superado ya hace tiempo sus problemas de niebla mental, Obree resume su filosofía de esta manera: "Mi valor no depende de nadie ni nada más, algo que no paso durante toda mi carrera ciclista, ahora vivo mi vida para no dañar, herir o descuidar a nadie, particularmente a los que están cerca de mí, incluyéndome a mí mismo. Hubo demasiadas veces en mi pasado en las que me encontraba haciendo cosas porque pensaba que 'debía' y eso ya no sucede. Cuando estaba compitiendo estaba tan atrapado en medir mi valor por factores externos y creo que mucha gente hace eso en sus vidas, no sólo atletas profesionales. Lo que ahora entiendo es que tengo valor, un valor con el que nací, que todos los demás nacen con algo que no se puede quitar y no depende de nadie ni de nada más".

Obree insiste en que no se ha retirado del mundo, señalando que "somos la única especie que puede ser infeliz mañana con lo que nos agrada hoy. Lleva a tu perro al parque, tira un palo y estará encantado . Hazlo mañana, seguirá siendo feliz. ¿Y nosotros? Parece que estamos condicionados a seguir queriendo más cosas nuevas y no creo que sea saludable. Si usted es feliz hoy, con las cosas que tiene, ¿por qué sería infeliz mañana? Como siempre un pensamiento provocativo, todavía haciendo preguntas incómodas, Graeme Obree.

En un mundo post-Covid-19 puede que no tengamos mucho en común con Graeme Obree, pero todos podemos aprender algo de su historia.


FOOTNOTES Words by Kenny Pryde, Translated by Eduardo Marina, Photos by Eilidh McKibbin and Daria Michalik. Darvel, East Ayrshire, UK

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